Camino por la calle. Sola como otras tantas veces, observando poco de lo que me rodea pues mi mente se encuentra en otra parte. Duerme aún contigo. En esa habitación, tu habitación. Allí entre tus sábanas te espera mi olor cuando despiertes, pues yo ya no estaré allí.
-¿Por qué huyes Mery?
-¿Qué por qué? No lo sé. Realmente no lo sé. Te podría decir que porque hace una hora que llego tarde al trabajo o porque mi vida no se va a parar por una noche de sexo con un desconocido. Pero probablemente ninguna de mis excusas te servirían para algo. Así que supongo que lo que esperas es que te diga lo que estoy sintiendo...
-No, espera. Déjame adivinarlo. Tienes miedo. Miedo a que ésta no haya sido una noche cualquiera, miedo a que tú para él no seas más que buen sexo, miedo a que tu corazón se rompa en mil pedazos, miedo a entregárselo a quién no debes, miedo a que te pida más de lo que puedas darle. Miedo a que todo sea perfecto y un día, sin quererlo, se acabe. Lo peor de todo es que lo que más te asustan son tus propios sentimientos.
-Si, tengo miedo. Miedo a que me echen del trabajo. Las facturas no se pagan solas Sam.
Comencé a andar sin tan siquiera despedirme. Sam sabe como soy y que odio las despedidas.
-Pero Mery, el café está por allí.
-Lo sé, pero he dejado algo en el hotel.
-¿El qué?
- M i c o r a z ó n