Cuando te sientes a ras de suelo. Sin ganas de nada, pero sabiendo que lo único de lo que tienes ganas es de que todo se solucione. Sólo quieres que se quede en un susto, que él se tire a la piscina y si está de hundirse, que se hunda. Aunque tú nunca dejarías que pasara. Sólo quieres llegar un buen día y ver que la tormenta ha pasado, con sus consecuencias devastadoras y causando estragos a todo el que toca, pero ya ha pasado. Lo único que de verdad necesitas es volver a sentir lo del principio, con toda su dulzura, su intensidad y su novedad. Pero nada de eso va a pasar. Se han dicho muchas cosas como para omitirlas y te han dado tantos consejos. Consejos que apuntan a la misma solución y que no quieres seguir. Termínalo, acábalo, asústalo, ponlo celoso, juega con él. No quieres nada de eso, nada de eso te sirve porque no soluciona el problema simplemente crea uno nuevo.
Tendrás que vivir sin él, sonreír sin que sea él el motivo de todas esas sonrisas, explorar nuevos caminos con gente nueva, abrazar espaldas diferentes a la suya, besar labios completamente antagónicos a los de él. Tendrás que aprender a no hablarle, a no acariciarle, a no sentirle cerca a tu lado. Tendrás que aprender a no mirarle, a no cogerle de la mano por la calle. Tendrás que aprender a olvidarle, a mostrarte indiferente cuando encuentre un nuevo amor. Tendrás que aprender a vivir sin él.
O peor, tendrás que aprender a ser su amiga.
Y aprenderás todo eso, porque sabes que le quieres tanto, le has cogido tanto cariño, que no deseas perderlo por la estupidez de un amor que no encaja. Pero te dolerá, te costará horrores. Será el paso de tu vida que más esfuerzo te suponga y sin embargo, por él...
Y aprenderás todo eso, porque sabes que le quieres tanto, le has cogido tanto cariño, que no deseas perderlo por la estupidez de un amor que no encaja. Pero te dolerá, te costará horrores. Será el paso de tu vida que más esfuerzo te suponga y sin embargo, por él...
lo darías cien mil veces.
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