Te
pierdes en tu propio océano, en tu mar de incertidumbre, en tu cóctel sentimental. Te pierdes y no tienes ni idea de cómo volver a encontrarte, ni
siquiera sabes si, realmente, quieres encontrarte. El camino tan claro, tan
diáfano, ESE futuro que vislumbrabas para ti, se ha perdido; se ha perdido y
nunca vas a recuperarlo. Como nada de lo que tenías antes. Los pasos que das ya
son completamente a ciegas, sin ningún tipo de sentido y cada vez andas más
expuesta. Las críticas que antes aceptabas ahora ahondan en ti como nunca antes
lo habían hecho, cualquier comentario puede transformar tu humor. Y los pasos
te exponen cada vez más y más. Aparentas ser lo que no eres. Una chica alegre,
con sentido del humor, simpática, graciosa y segura de sí misma. Sí supieran,
realmente, que tú no eres nada de eso, no se lo creerían. Llevas tan intrínseca
la cuestión de no dejar ver quién eres que la forma que tienes de mentir ya se
presenta como natural. Te han cortado tanto las alas y, de una forma tan
brutal, que perdiste todas las ganas de volver a extenderlas. Pero mentirías si
dijeras que nunca lo intentaste. Claro que lo intentaste. Lo intentaste una
única vez, y esa única vez fue suficiente. Fue suficiente para saber que es
precioso, que la sensación de libertad es maravillosa, que los sentimientos que
surgen de ello pueden transformar la inexistencia en la realidad. Fue suficiente para saber que las alas
extendidas abarcan más, pero también para darte cuenta de que, extendidas, las
alas están más expuestas.
Y a ti, sinceramente, te fallaron en pleno vuelo.
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