Te quiero de una forma contradictoria y, a
veces, hasta dañina. Te quiero en términos extraños de ambivalencia y
polivalencia, de ceder por no gritar y de cerrar los ojos aunque ya ni tenga.
Te quiero por momentos, a ratos e intervalos; pero eso no es justo para ti, ni
para mi, ni incluso para nuestros corazones. Me gustaría poder quererte de otra
forma, apostarlo todo por ese número que, de repente, pasó a cobrar tanta
importancia, querer sin reservas y sin miedo; pero me hicieron tanto daño que
ya no quiero querer de esa manera. Y tú no te lo mereces, no te mereces que
alguien te quiera con una porción tan pequeña de su corazón porque el resto se
halle en reparaciones.
Sin embargo, he construido para ti un pequeño
refugio. Una cabaña en pleno bosque donde tú eres lo único necesario para
vivir, un molino que ahuyenta los problemas y seca las lágrimas, un cobertizo
donde cubrirnos con miles de mantas, combatir el frío con el calor de tu
sonrisa. He construido para ti un pequeño refugio donde poder perdernos y
encontrarnos, donde la noción del tiempo no se recoge en ningún diccionario y
la distancia es sólo una quimera. He construido para ti un pequeño refugio
entrelazado en nuestras miradas, un refugio que te regalo en cada beso y que ya
no presenta coordenadas.
He construido un pequeño refugio para ti.
Uno pequeño,
pero siempre podemos hacer reformas.
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