Te juro que al verte sentí lo mismo que la última vez.
¿Qué? ¿Ganas de echar un polvo?
Si... y de tener una vida contigo.


martes, 1 de febrero de 2011

Black cat.

Y estiramos al máximo los 15 minutos que nos quedan antes de entrar a clase. Me hace un gesto, indicándome que me ruede hacia delante, y se sienta tras de mi. Abre sus piernas, haciéndome un hueco para que me apoye contra su pecho, pasa sus brazos alrededor mío y me abraza por detrás. Me encanta que haga eso. Pone música y me besa, continuamente, al despiste, me besa. En el pelo, en la oreja, en el cuello, en la mejilla.. Y cuando decido que quiero más, me giro y le beso en los labios. Dulce y sutilmente, con cariño, con delicadeza, con paciencia. Por primera vez en mucho tiempo, los besos no son bruscos e impregnados de un alto carácter sexual. Son besos tranquilos, sosegados, que saboreas incluso 6 horas después cuando decides ponerte a escribir sobre tu día. Son besos tiernos, acompañados de suspiros escondidos y de sonrisas no mostradas; pero están ahí, lo sabes e, internamente, lo notas. Son besos que expresan todo lo que no sé decir con palabras, lo que viniendo de mí es mucho decir. Son besos con los que quiero mostrarle que pase lo que pase, voy a estar siempre ahí; aunque lo nuestro no salga bien, aunque todo esto termine mal. Porque llegados a este punto sé que le quiero por encima de mi, y que su felicidad es mucho más importante que la mía. Porque son besos, besos con significado. Son besos...

y es amor.

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